jueves, 18 de abril de 2013

Víctimas de la represión exiliadas en México, llevan al teatro sus historias



El arte popular como herramienta de comunicación cuando la academia o la historia resultan elitistas 
La obra de teatro "Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí", se presentó en el espacio cultural "La Bodega".

Por David Carrizales


Monterrey, NL, 21 de marzo- Amas de casa que abandonaron sus países por  las guerras civiles y por la persecución de las dictaduras que en los 70 asolaron Centro y Sudamérica, decidieron llevar al escenario del teatro las historias de sus vidas, contadas por ellas mismas, en la obra “Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí”; pero lo hacen sin acudir al recurso fácil de la revictimización, en que se ha colocado reiteradamente a las mujeres.
Hay historias bastante fuertes, terribles, pero las podían decir desde otro lugar sutilmente, no necesitaban ser literales, podíamos poetizarlo, para que esto no se volviera con golpes bajos y que lloraran ellas y llorara todo mundo, explicó la mexicana, hija de argentinos exiliados, Melina Alzogaray Vanella, directora de la obra que se presentó en el espacio cultural “La Bodega” de Monterrey.
Agregó Alzogaray que hace cinco años nació Memoria Migrante, un proyecto de historia oral y arte ambulante. “Lo que hacemos es llegar a una comunidad y reconstruimos la historia a partir de la oralidad de la gente y un archivo fotográfico;  en un segundo momento complementamos ese material  con algún trabajo artístico”.
Comentó que así han trabajado con muchísimas comunidades y diferentes clases sociales, desde la aristocracia san angelina en México; los hippies  en Ibiza, España; las favelas en Argentina.  En este caso, reconstruimos la historia de este grupo de mujeres latinoamericanas que se exiliaron en México, a causa de las dictaduras que hubo en lo 70; quisimos reconstruir sus historias de vida, y sus experiencias respecto al problema migratorio en México.
Yo como historiadora creo que el arte es un buen instrumento no sólo para que ellas puedan trascender sus propias biografías, sino también para poder difundir lo que está sucediendo, porque a veces las herramientas que utilizan la academia o la historia, son bastante elitistas  y lo que hacen llega a un grupo reducido de personas.
Este proyecto que tiene el apoyo del Fonca-Conaculta , dijo Alzogaray, es interesante porque tres de las cinco mujeres tienen casi 80 años y no tienen una formación como actrices, y ese fue un desafío para nosotros, pero también una de las brújulas, no queríamos  que tu vinieras a ver a mujeres sufriendo, ya se les ha puesto a las mujeres mucho en el lugar de la revictimización. “Estas mujeres tienen muchas razones para victimizarse pero nos interesaba sacarlas de ese espacio de confort”.
Por eso en esta puesta en escena hay momentos donde narran cómo se enamoraron, y una de ellas, María Dilia Ramírez esposa del escritor José María López Baldizón, primer premio Casa de las Américas en cuento, 1961,  habla de su pasión por escribir, para no hablar sólo de historias de sufrimiento.
Presentamos la obra en el Centro Cultural Helénico en el Distrito Federal, luego estuvimos en el albergue Cafemin,  después nos fuimos de gira a San Luis Potosí al “Rinoceronte Enamorado” y a La Bodega de Monterrey. Habrá otras funciones en la Ciudad de México, y tienen invitaciones para ir a España y Estados Unidos.                                                                                                               
                                                  LAS PARTICIPANTES
Adelina Granados Sánchez, originaria de El Salvador, pero con nacionalidad mexicana, por naturalización,  llegó al país hace 37 años siendo una joven de 20 años, y aquí se quedó porque se enamoró de un mexicano. Es la única que no sufrió persecuciones, o muerte de familiares por las dictaduras, por eso en la obra representa a una mujer que no recuerda su pasado. Trabaja como voluntaria en la casa de refugiados.
En cambio la colombiana ya nacionalizada mexicana, Nélida Cecilia Herrera, de 50 años, salió hace 17 años de su país, y desde hace once vive en México. Salió por la persecución que sufrió su familia, “mataron a tres de mis hermanos y a mi padrastro”, y aunque la situación aún es complicada para la gente que tiene fincas y vive en la sierra porque “los tildan de guerrilleros”, en abril próximo volverá  por primera vez al país sudamericano para reencontrarse con su hija mayor, a quien apenas el año pasado pudo ver en México después de 16 años.
María Dilia Ramírez, de 78 años,  nació en Honduras, pero ya es mexicana por naturalización. “Muy chica me fui a Guatemala y ahí hice mi vida, ahí me casé tuve mis hijas, tuvimos la desgracia que secuestraran a mi marido, el escritor,  José María López Baldizon, que fue el primer premio Casa de las Américas (1961) en la categoría de cuento con “La vida rota”.
Cuando secuestraron a mi marido estaba Kjell Eugenio Laugerud García de presidente (1974-1978), hubo muchas peticiones internacionales por su vida, pero no apareció y hasta la fecha no sabemos nada de él y eso nos causó mucho transtorno, mucho dolor, yo iba todos los días al anfiteatro, a ver cadáveres, hasta que me dijo el encargado, señora ya no venga, tráigame una foto y un teléfono y si lo traen yo le llamo, pero nunca me llamó.
La actual representante de libro club Alaíde Foppa-León Felipe, lugar de encuentro para refugiados, dijo que para ella esta obra “ha sido como liberadora, yo antes hablaba muy suave, pero ya logro sacar la voz, porque cuando la dictadura uno trataba de pasar desapercibido”. Hay que seguir viviendo y seguir contando, es importante que se sepa lo que pasó si nos olvidamos se puede repetir, concluyó.
A su vez la salvadoreña, María Teresa Carranza Estrada, de 79 años, 30 de ellos residiendo en México, cuenta que huyó de su país porque los militares capturaron a uno de sus hijos de 16 años de edad y lo acusaron de guerrillero.
“Debido a la captura de mi hijo tuve que integrarme al proceso revolucionario, yo soy de izquierda y luché por mi organización yo pertenecía a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) con el comandante Marcial, y al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y entonces salí del país porque me buscaba el ejército para matarme, porque capturaron a una compañera que era con la que nos reuníamos para la defensa de los presos políticos y ella no resistió la tortura y me entregó.
Yo donde quiera lo he gritado en México y lo he dicho que yo no tuve miedo de decir que era de izquierda y estaba para trabajar por mi país no sólo por la libertad de mi hijo, sino de todos los compañeros que estuvieron presos bajo tortura.
Yo amanecí un primero de agosto en México,  vine con mis tres hijos yo solita, me iba a llorar a la Catedral, no encontraba dónde refugiarme,  había puertas cerradas.  Ya cuando me coloqué, fue que me vino el aviso que yo tenía que hacer una gira por Europa,  fui a cinco países con dos compañeros ex presos políticos, el hijo de uno los miembros de la Junta de Gobierno, José Antonio Morales Erlich, viajé con su hijo, que es Antonio Morales Carbonell y con Juan José, el hijo de Roque Dalton, el poeta asesinado por la misma organización a la que pertenecía, porque se equivocaron, lo tomaron como espía.
Soy una mujer humilde, pero por esa gira que hicimos tuvieron libertad 400 presos políticos y entre esos salió mi hijo, tres años después de su captura. Para que mi hijo pudiera salir de El Salvador, me lo trajo el alto comisionado de las Naciones Unidas y llegó al aeropuerto de San Salvador bajo la bandera suiza porque lo iban a matar, varios que salieron con él,  la misma noche los mataron.
Mi hijo ahorita es antropólogo, ha estudiado teología y puede dar clases a los jesuitas que son los que llevan la teología de la liberación. Nosotros llegamos a México a hacer algo, no a quitar, nos ha costado lo poquito que hemos logrado.
México es un puente para todo el que viene de otros países, aunque es un poco difícil porque yo sufrí mucho la discriminación, y eso nos ha dolido en el alma, pero yo no voy a hablar mal de este país,  porque en todo lugar hay personas que discriminan.
Pese a la distancia, geográfica y del tiempo, María Teresa conserva la convicción de que sólo la intervención militar estadunidense impidió el triunfo del movimiento guerrillero. “Yo digo que si en mi país no ganamos la guerra fue por la intervención de los norteamericanos, se metieron los boinas verdes a entrenar a los soldados de mi país y les dieron el mapa a estos boinas verdes y agarraban los aviones para bombardear en un país chico las posiciones del FMLN”.

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