domingo, 26 de enero de 2014

"Es posible negarlo todo, menos la huella de nuestro fugaz aquí y efímero ahora": Pacheco.


Mensaje del escritor, al recibir el Premio Internacional Alfonso Reyes

Por David Carrizales
Monterrey, NL, 25 de octubre de 2004. Sin falsas poses de modestia: "no voy a decir que soy un gusano, que no lo merezco", el poeta y narrador José Emilio Pacheco recibió este lunes por la noche, de manos del gobernador José Natividad González Parás el Premio Internacional Alfonso Reyes.
Este tipo de reconocimientos "que no pueden llegar en la adolescencia ni en la juventud, sino cuando uno está al borde del Olimpo", dijo, "representa un gran honor y al mismo tiempo una sentencia de muerte".
En una prosa clara y firme, como su poesía, Pacheco indicó que los mexicanos "jamás alcanzaremos la democracia sin un pacto tratado en los términos dialogantes de Alfonso Reyes, y no en la violencia física y mediática" que nos invade.
Reyes, dijo, convierte las fisuras en goznes y las separaciones en aproximaciones. "Como mexicanos somos herederos de lo inconcluso, el proyecto aplazado, pero aún no fallido". Sin la prosa de Reyes, justicieramente exaltada por Borges, "no sé como podríamos aspirar una eternidad, que algún día nos permita reconocer y transformar cuanto nos rodea", expuso el escritor en su discurso en el Museo de Arte Contemporáneo (Marco).
Reyes, agregó Pacheco, "es el escritor colonial o poscolonial que conquista para nosotros la literatura española y mexicaniza a Grecia. Sabe que todo escritor tiene una responsabilidad no demagógica con la gente común, porque a final de cuentas es el pueblo, no el gobierno, el que involuntariamente subsidia toda actividad cultural.
"Hoy nos cuesta trabajo comprender hasta qué punto Alfonso Reyes hizo de verdad nuestra la prosa española, y de esa hazaña civil de primer orden realizó una tarea social de primer orden, un acto político."
Señaló que el escritor regiomontano "hace de la literatura una conversación interminable, y su virtud suprema radica en hacer de la prosa una actividad que no es académica, ni filípica, sino invitación al viaje, que acoge a quien tiene la buena voluntad de acercarse a él, escribe para quien lo necesita, y por eso leerlo no debe ser una obligación cultural, sino un placer que no termine nunca".
En su ausencia, Alfonso Reyes está presente en la cultura mexicana, incluso entre quienes jamás lo han leído. Sin proponérselo es un antídoto contra todo lo que nos asfixia, porque siempre se empeñó en que el porvenir quedara liberado de la violencia.
Precisamente, dijo, "este 25 de octubre leímos en La Jornada una nota sobre las incesantes matanzas en Uganda, ahí se obliga a los niños a matar a sus semejantes y a beber su sangre".
Por ello, expresó, "no podemos a culpar a Alfonso Reyes de que ningún libro pueda frenar el horror que con creciente indiferencia vemos todos los días, ya como parte del entretenimiento, diversión basada en interminable humillación del otro, pues todos los programas cómicos o de concurso, están basados siempre en humillar a alguien, sin pensar que todo lo malo que hoy nos divierte puede ocurrir aquí también mañana y con nosotros.
"Negar la literatura porque entre sus capacidades no está detener la mano del torturador y el genocida ni mitigar el hambre en México y el resto del mundo, equivaldría a pedir que suprimiéramos la medicina, ya que aún no ha encontrado remedios para el cáncer y el catarro, agregó el autor de Irás y no volverás.
"A cambio de tantas cosas sombrías, me alegra que, al arrancar la decimocuarta Feria Internacional del Libro, Javier Ordóñez habló de Reyes como de un árbol, y a mí se me ocurre compararlo con un ahuehuete, y a su amigo Julio Torri con un bonsai.
"En la era del disco compacto, el videoclip, el teléfono celular y de las declaraciones instantáneas que sustituyen el análisis, el exabrupto que remplaza la crítica y la reflexión; las noticias que pasan por la pantalla como las luces y como las sombras, el bonsai tiene todas las de ganar.
"En cambio, ante el avance del desierto y del concreto, el ahuehuete ha perdido el medio lacustre que lo sustentaba, además levanta las aceras, se apropia de los cables eléctricos y telefónicos, cubre de hojas las calles; por tanto, su destino es la tala, la hoguera, la ceniza, la desaparición.
"No tengo nada contra el bonsai, mucho menos contra los autores de obra breve y perfecta que podemos dominar en una o dos tardes, sin necesidad de comprar todo un estand o librero, y dedicar la vida entera a la lectura de las obras completas de Reyes, sus 200 libros, 16 de ellos póstumos.
"Pero sin el ahuehuete, sin ese ciprés mexicano, el aire se vuelve todavía más letal, el paisaje se ensombrece y se empobrece, y nos quedamos en un monumento involuntario a la belleza del tiempo.
"Nuestras ciudades son cada vez más hostiles si carecen de un árbol tutelar que no hace sombra, sino que da sombra y emite un resplandor para iluminar nuestra vida, que hora tras hora parece más amenazada y más oscura. "Es posible negarlo todo, menos la huella de nuestro fugaz aquí y efímero ahora", remató el poeta.


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