Mensaje del escritor, al recibir el Premio Internacional Alfonso Reyes
Por David Carrizales
Monterrey, NL, 25 de octubre de 2004. Sin falsas poses de modestia: "no
voy a decir que soy un gusano, que no lo merezco", el poeta y narrador
José Emilio Pacheco recibió este lunes por la noche, de manos del gobernador
José Natividad González Parás el Premio Internacional Alfonso Reyes.
Este tipo de reconocimientos "que no pueden llegar
en la adolescencia ni en la juventud, sino cuando uno está al borde del
Olimpo", dijo, "representa un gran honor y al mismo tiempo una
sentencia de muerte".
En una prosa clara y firme, como su poesía, Pacheco
indicó que los mexicanos "jamás alcanzaremos la democracia sin un pacto
tratado en los términos dialogantes de Alfonso Reyes, y no en la violencia
física y mediática" que nos invade.
Reyes, dijo, convierte las fisuras en goznes y las
separaciones en aproximaciones. "Como mexicanos somos herederos de lo
inconcluso, el proyecto aplazado, pero aún no fallido". Sin la prosa de
Reyes, justicieramente exaltada por Borges, "no sé como podríamos aspirar
una eternidad, que algún día nos permita reconocer y transformar cuanto nos
rodea", expuso el escritor en su discurso en el Museo de Arte Contemporáneo
(Marco).
Reyes, agregó Pacheco, "es el escritor colonial o
poscolonial que conquista para nosotros la literatura española y mexicaniza a
Grecia. Sabe que todo escritor tiene una responsabilidad no demagógica con la
gente común, porque a final de cuentas es el pueblo, no el gobierno, el que
involuntariamente subsidia toda actividad cultural.
"Hoy nos cuesta trabajo comprender hasta qué punto
Alfonso Reyes hizo de verdad nuestra la prosa española, y de esa hazaña civil
de primer orden realizó una tarea social de primer orden, un acto
político."
Señaló que el escritor regiomontano "hace de la literatura
una conversación interminable, y su virtud suprema radica en hacer de la prosa
una actividad que no es académica, ni filípica, sino invitación al viaje, que
acoge a quien tiene la buena voluntad de acercarse a él, escribe para quien lo
necesita, y por eso leerlo no debe ser una obligación cultural, sino un placer
que no termine nunca".
En su ausencia, Alfonso Reyes está presente en la cultura
mexicana, incluso entre quienes jamás lo han leído. Sin proponérselo es un
antídoto contra todo lo que nos asfixia, porque siempre se empeñó en que el
porvenir quedara liberado de la violencia.
Precisamente, dijo, "este 25 de octubre leímos en La Jornada una nota sobre las incesantes matanzas
en Uganda, ahí se obliga a los niños a matar a sus semejantes y a beber su
sangre".
Por ello, expresó, "no podemos a culpar a Alfonso
Reyes de que ningún libro pueda frenar el horror que con creciente indiferencia
vemos todos los días, ya como parte del entretenimiento, diversión basada en
interminable humillación del otro, pues todos los programas cómicos o de
concurso, están basados siempre en humillar a alguien, sin pensar que todo lo
malo que hoy nos divierte puede ocurrir aquí también mañana y con nosotros.
"Negar la literatura porque entre sus capacidades no
está detener la mano del torturador y el genocida ni mitigar el hambre en
México y el resto del mundo, equivaldría a pedir que suprimiéramos la medicina,
ya que aún no ha encontrado remedios para el cáncer y el catarro, agregó el
autor de Irás y no volverás.
"A cambio de tantas cosas sombrías, me alegra que,
al arrancar la decimocuarta Feria Internacional del Libro, Javier Ordóñez habló
de Reyes como de un árbol, y a mí se me ocurre compararlo con un ahuehuete, y a
su amigo Julio Torri con un bonsai.
"En la era del disco compacto, el videoclip, el
teléfono celular y de las declaraciones instantáneas que sustituyen el
análisis, el exabrupto que remplaza la crítica y la reflexión; las noticias que
pasan por la pantalla como las luces y como las sombras, el bonsai tiene todas
las de ganar.
"En cambio, ante el avance del desierto y del
concreto, el ahuehuete ha perdido el medio lacustre que lo sustentaba, además
levanta las aceras, se apropia de los cables eléctricos y telefónicos, cubre de
hojas las calles; por tanto, su destino es la tala, la hoguera, la ceniza, la
desaparición.
"No tengo nada contra el bonsai, mucho menos contra
los autores de obra breve y perfecta que podemos dominar en una o dos tardes,
sin necesidad de comprar todo un estand o librero, y dedicar la vida entera a
la lectura de las obras completas de Reyes, sus 200 libros, 16 de ellos póstumos.
"Pero sin el ahuehuete, sin ese ciprés mexicano, el
aire se vuelve todavía más letal, el paisaje se ensombrece y se empobrece, y
nos quedamos en un monumento involuntario a la belleza del tiempo.
"Nuestras ciudades son cada vez más hostiles si
carecen de un árbol tutelar que no hace sombra, sino que da sombra y emite un
resplandor para iluminar nuestra vida, que hora tras hora parece más amenazada
y más oscura. "Es posible negarlo todo, menos la huella de nuestro
fugaz aquí y efímero ahora", remató el poeta.
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