jueves, 17 de abril de 2014

García Márquez bailó al son que tocó Celso Piña

*Una velada inolvidable en Marco

* Se Juntaron los magnates del cemento y del periodismo

Por David Carrizales

Monterrey, NL., 1º de septiembre de 2004- Lorenzo Zambrano, dueño de Cementos Mexicanos y copatrocinador de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, se deja llevar por la magia de Macondo, presente en las novelas de Gabriel García Márquez, y recuperada en la música de Celso Piña, en una noche para recordar en el Museo de Arte Contemporáneo, durante la cena que ambas, empresa e institución, ofrecieron a los asistentes a un seminario sobre periodismo y a los comunicadores premiados por su trabajo y trayectoria.
Celso Piña arrancó su presentación con Crónica de una muerte anunciada, para entrar en ambiente siguió con Macondo, y una vez que tenía bien medido el terreno, dejó escapar la sorpresa que tenía reservada para el escritor colombiano: Hasta siempre comandante, un canto de la autoría de Carlos Puebla en homenaje a Ernesto Che Guevara, que aparecerá en su próximo disco compacto y que ofreció como primicia ante unos 80 invitados
El canto libertario dedicado al guerrillero argentino-cubano, pasó la prueba ante el selecto grupo de asistentes venidos desde diversos países de América Latina, convocados por los magnates del cemento y del periodismo, Lorenzo Zambrano y García Márquez.
Fue tan bien recibida la canción del Che, que hasta el español, Joaquín Estefanía, ex director del influyente diario El País, dejó escuchar su voz para hacer junto con otros invitados, un improvisado coro, en el que participó el propio García Márquez. A su lado Lorenzo Zambrano, sonreía divertido al escuchar: "...de tu querida presencia, comandante Che Guevara..."
Celso Piña rompió con un mito, al introducir, así fuera brevemente, hasta el Museo de Arte Contemporáneo (Marco), que patrocinan los grandes empresarios de Monterrey, muy identificados con la ideología de derecha, al icono por excelencia de la izquierda, sin que nadie hiciera gestos evidentes de desaprobación.
La cuarta interpretación espantó de plano las inhibiciones. Al ritmo de la Cumbia sampuesana, Jaime Abelló, secretario de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, se levantó de su mesa y sacó a bailar a una representante de la embajada colombiana.
De inmediato siguieron su ejemplo Nina Zambrano, hermana del empresario cementero y presidenta del consejo de directores de Marco, quien invitó a bailar a Jaime, hermano de Gabriel García Márquez. El Nobel de Literatura, hizo lo propio con su esposa Mercedes. Mientras ella bailaba con una vela en alto, García Márquez hacía el tradicional pasito del gavilán. El ambiente era tan alegre y contagioso que hasta don Julio Sherer, fundador de Proceso, se animó a bailar un rato, siendo Lorenzo Zambrano y el gobernador, José Natividad González Parás, de los pocos que no participaron en aquél vendaval de la bullanguería.
Disfrutaton las altas esferas
Ahí se rompió otro mito. En apenas tres minutos, con la música de Celso Piña, que se consideraba propia de los barrios bajos, para los de vestimenta tipo cholo, de zapatos tenis, pantalones “guangos" y camisa desfajada, bailaron y disfrutaron de lo lindo, las élites del periodismo, de la industria y la cultura, con sus vestidos de gala, trajes de casimir, y zapatos bien lustrados.
La participación de Celso Piña y su ronda Bogotá duró apenas media hora, suficiente para llevar a Marco la atmósfera de Macondo. Jaime Abelló terminó tan encantado, que no dejaba de abrazar al músico regiomontano, a bocajarro le soltó: "¿Quieres que te invite al festival Vallenato?" Piña no lo pensó dos veces, es que con casi 30 años de tocar música colombiana, 20 discos grabados con cumbias y vallenatos, es increíble que nunca haya ido a la patria de García Márquez.
Sobre su próximo disco, que dedica a Ernesto Che Guevara, cuya primicia regaló a García Márquez, Celso Piña expuso que le gusta la ideología del guerrillero argentino, porque es un hombre libertario y la libertad le gusta a la gente. "Creo que es una idea que debe prevalecer."
Se animó a grabar ese disco, más ahora que hay tanta libertad de expresión. Espera que las nuevas generaciones tomen muy bien el disco y su mensaje.
Al término de su actuación, Celso Piña se acercó a saludar al Nobel, quien le plasmó una dedicatoria en un ejemplar de Cien años de soledad: "Para Celso, de tu hincha: Gabo”.




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