Pero alientan a que tu obra se difunda más, dice el creador argentino
Por David Carrizales
Monterrey, NL, 18 de julio de 2008- Las desgracias humanas
no siempre propician mayor inspiración. Cuando a mí me tocó salir exiliado de
Argentina, dice el poeta Juan Gelman, duré cuatro años sin poder escribir,
vivía en un país con otra lengua, otra gente, lejos del mío, pasaban cosas
terribles, el choque ese me cohibió por cuatro años. Estaba en Italia.
En rueda de prensa
previa a la presentación de su libro “Los otros”, que
reúne las creaciones que firmó con algunos de sus múltiples seudónimos a lo
largo de tres décadas y fueron recopiladas por José Angel Leyva, agregó que los
premios son reconocimientos, alientan y contribuyen a que la obra se difunda
más, “pero no escriben por uno, a veces al revés, pues cuando recibió la
noticia de que le entregarían el Príncipe de Asturias, duró cuatro meses sin
poder trabajar, y
“con el premio no creo ser ni mejor ni peor poeta que antes”.
La obra, Los otros, editada
por editorial Alforja en convenio con la Universidad Autónoma de Nuevo León,
incluye poesías del “gringo” Sidney West, Yamanokuchi Ando, Jhon Wendell, José
Galván y Julio Grecco entre otros.
Los cuatro seudónimos
primeros, dice Gelman divertido, surgieron “porque en los años 60 atravesaba problemas de
todo tipo y ahí emprendí mi carrera, porque los deudores saben cómo me seguían
y había caído en una especie de intimismo muy denso”.
Entonces, “me dije, para salir
de esto tengo que inventar otra gente que escriba otras cosas porque yo ya
estoy aburrido de mí, así surgieron cuatro personajes; con uno de ellos, con el
gringo Sydney West, me pasaron cosas muy divertidas.
“Trabajaba en un semanario, en
toda redacción hay el culto que sabe todo, y al mes de aparecer el libro Los
poemas de Sidney West (1969), se acerca el culto y me dice, Juan ya leí el
libro, no te había hablado de Sydney West, qué
gran poeta es, pero estuve checando las traducciones y en el inglés son
impecables”.
Agrega divertido que el
círculo se va a cerrar en noviembre, cuando en Londres se publique este libro
en inglés, “que fue traducido al español 40 años antes de su aparición en la
lengua del autor (inglés)”, como aseguraba su compañero periodista argentino.
Este mismo personaje inventado,
señaló Gelman, lo ha metido en otros problemas, pues un amigo de Valencia,
España, le contó, a raíz del premio Príncipe de Asturias en 2007, que la
editora Visor había publicado una selección de poemas de Sydney West, y
un día entró a una librería a comprar el CD con los poemas en su voz y el vendedor
le dijo a su señora, “mire, no son poemas de Gelman, son de un tal Sydney West que
Gelman lee, se lo aviso como hice ya con otros clientes, para que no se
engañe”.
Al ver la compilación, expresó
Gelman, le pareció que es un nuevo libro, “cuando los vi a todos juntos, a los
que afortunadamente no les tengo que dar de comer, porque se creó entre ellos
una suerte de diálogo, una armonía que yo ignoraba que podían tener”.
Todos estos personajes,
aseveró, surgieron en circunstancias diferentes a lo largo de 30 años, los
cuatro primeros “para huir del cerco de mi intimismo”, y luego en el exilio
nacieron otros tres, dos de ellos, los que llevan un seudónimo que repite mis
iniciales, José Galván y Julio Grecco, eran como para dar una idea de la
continuidad de la poesía”.
Esto, porque en su país
asesinaron a muchos y grandes poetas durante la dictadura, como Miguel
Angel Bustos y Francisco Udón, y últimamente haciendo un recuento resulta que
hay más de cien poetas desaparecidos, unos jóvenes que empezaban y otros muy
conocidos.
Afirma que escogió venir a
México para quedarse desde hace 20 años, porque su exilio ocurrió en Roma,
París, Madrid, Managua.
En otro orden, expuso que la
tarea del poeta es hacer poesía no ser militante, pero cada poeta es ciudadano y
como ciudadano puede ser militante de una causa o no; son dos planos distintos,
una cosa no obliga a la otra, “sino, si todos los militantes escribieran
poesía, ¿se imagina el desastre, lo que sucedería?”. A mí lo que me gusta no es
la poesía comprometida, sino la poesía casada, casada con la poesía, concluyó
el autor de “Oficio ardiente”, “Hechos y comentarios”, entre muchas otras
obras.
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